jueves, 20 de junio de 2019

El estuario: fortaleza y debilidad del 'Río Grande'


Se escribe y se lee con frecuencia que el río Guadalquivir articula el territorio andaluz, que lo ha vertebrado históricamente desde el punto de vista económico y cultural, que nos ha ubicado en el mapa, tal es su fuerza simbólica. Sin embargo, pasa desapercibido su importancia ecológica, fundamento sobre el que se sustenta una parte importante de las actividades humanas, especialmente en su curso bajo. Lo cierto es que como consecuencia de distintas acciones de ingeniería, el río está profundamente transformado: podríamos decir que el fomento de políticas agrarias, el control de sus fluctuaciones y avenidas para prevenir inundaciones, favorecer el embalse de agua en una zona con tantas oscilaciones hídricas, estrategias energéticas y su navegabilidad han sido los factores clave para entender su configuración actual en su curso medio y bajo durante los dos últimos siglos.

Y todo ello ha tenido un efecto decisivo en su desembocadura, en ese espacio estuarino donde convergen las aguas saladas que introducen las mareas en el río y las fluviales cargadas de todo tipo de materiales y agentes químicos (nitratos, fosfatos y silicatos), procedentes de las aguas residuales urbanas y de la agricultura fundamentalmente. Lo cierto es que el estuario es hoy un tubo, sin conectividad apenas con sus márgenes de inundación mareal, pues ha habido un proceso histórico de desconexión con marjales y marismas. Mientras que el debate público ha estado dominado en los últimos años sobre la conveniencia, o no, del dragado del cauce del Guadalquivir en su tramo hasta Sevilla, desde mediados de los años noventa un grupo de investigadores de las agencias IFAPA (Instituto de Formación Agraria y Pesquera de la Junta de Andalucía), IEO (Instituto Español de Oceanografía), CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) y distintas universidades andaluzas (destacando Córdoba y Cádiz), viene desarrollando una intensa labor de investigación.

Lo que ha puesto de manifiesto todos estos años de seguimiento científico es la importancia crucial del estuario en las dinámicas ecológicas que lo vinculan con el Golfo de Cádiz y sus pesquerías.

Hoy se dispone de un importante banco de datos sobre cadenas tróficas, desde microorganismos a grandes predadores o sobre correlaciones entre los parámetros hídricos y ecológicos que más afectan al estuario: salinidad, turbidez, temperatura, descargas de agua de los embalses del tramo inferior del río y agua de lluvia, y la relación de todo ello con las distintas comunidades que pueblan la zona: fitoplancton, misidáceos, alevines y peces adultos… Todo ello pone permite a los científicos aventurar modelos que ayudan a entender las dinámicas ecosistémicas, que permitirían proponer medidas que tengan un efecto real sobre esos ecosistemas, atendiendo a los datos disponibles, y no a intereses económicos de algunos sectores específicos de la zona, como ha quedado de manifiesto con el debate sobre el dragado. También permite alertar sobre amenazas cada vez más reales, como los efectos contaminantes que puede acarrear la actividad minera que quiere ser impulsada desde el Gobierno autonómico como nuevo modelo económico regional, o la necesidad de mejorar tanto el manejo de cultivos como la depuración de aguas.

Soldecocos se une a esta trayectoria de conocimiento con un nuevo enfoque: promover la participación de los actores sociales, como viene haciendo con los pescadores en la Comisión de Seguimiento de la Reserva de Pesca de la Desembocadura del Guadalquivir, de la mano de WWF, desde 2016. Lo que está en juego en la zona es un nuevo modelo hídrico, no solo en Doñana y su entorno, sino en el estuario del Guadalquivir. De hecho la Consejería de Medio Ambiente (ahora rebautizada) ha aprobado un proyecto coordinado desde WWF para la recuperación y restauración de zonas de marismas en la margen izquierda, a la altura de Trebujena, que permitiría promover nuevas actividades como la acuicultura extensiva y el turismo de naturaleza y ornitológico. Son distintos pasos que apuntan a una nueva dirección, recuperar, aunque sea parcialmente, la hidrodinámica del estuario, mediante la reconexión con marjales y marismas abortadas; pues de ello se espera unas mejores condiciones ecosistémicas.

Estas reconexiones deben tener un elemento estratégico en una de las herramientas de Soldecocos: recuperar las relaciones históricas de las poblaciones con el estuario; incorporar sus saberes y expectativas a los procesos políticos; promover el diálogo entre los actores locales, los responsables políticos, los científicos y las organizaciones sociales, tanto ambientalistas como patrimonialistas. De este modo, los modelos imaginados hasta el momento pasan de ecosistémicos a socio-ecosistémicos, y el enfoque multidimensional e interdisciplinar (ecología, oceanografía, biología, antropología…) se hace más real.

Estas son algunas de las impresiones de la Jornada de resultados 'Ecología del estuario del Guadalquivir y su importancia para el sector pesquero', coordinadas por César Vilas, que ejemplifica ese impulso científico desde IFAPA y sus equipos de investigación. El estuario del Guadalquivir destaca por su productividad, por su dinámica ecológica clave para algunas de las pesquerías comerciales más importantes del Golfo, pero ha de afrontar no pocos riesgos y amenazas, y el conocimiento y la participación son las mejoras herramientas para una gestión más eficaz.


(Impresiones de la 'Jornada de difusión de resultados Ecología del estuario del Guadalquivir y su importancia para el sector pesquero'. IFAPA, El Toruño. El Puerto de Santa María -Cádiz-. 18 de junio de 2019).



David Florido del Corral.
Departamento de Antropología Social. Universidad de Sevilla

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